
El auge y la agresividad arrastraría al mundo a una nueva guerra.
Estos movimientos carecieron de filosofía orgánica, se construyeron sobre la marcha de los acontecimientos para justificar su despotismo. Surgieron en Europa en los años 20 y 30 compartieron un nacionalismo radical y un violento sentimiento anticomunista. Odiaban el liberalismo, la democracias, el parlamento y los partidos políticos. Querían un Estado poderoso, autoritario y corporativo.
Únicamente sus miembros tenían derecho a ocupar altos cargos.
No se trataba de un partido de masas, sino de élite.
No se impera la Constitución, ni la ley y por lo tanto no se conoce ningún tipo de garantía jurídica frente a la acción del Estado, pues domina la voluntad del líder y del partido único.
El terror oficial, un régimen policíaco, el fanatismos de las masas, la dirección central de la economía, la ideología oficial impuesta por un sistema educativo y por medios de comunicación masiva bajo el ferroneo control de las autoridades, son ingredientes adicionales de estos sistemas políticos.
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